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¿Qué piensas? Y entonces, ¿cómo te sientes? (Parte 1)

Fundamentalmente, nos sentimos de una manera o de otra, en función de cómo pensamos. De cómo manejamos la información. Continuamente estamos realizando interpretaciones de las situaciones y de la realidad. Y ello lo hacemos a través del lenguaje. Le damos significado a los sucesos, vamos haciendo inferencias. Con ello, se nos van creando una serie de expectativas sobre hechos futuros.

Cuando interpretamos un acontecimiento de manera positiva y realista, vamos a ser capaces de afrontarlo con emociones positivas. Si la evaluación que se lleva a cabo es negativa, la emoción irá de la mano con ese pensamiento negativo. Como las emociones y los pensamientos van ligados, hay que intentar afrontar los acontecimientos con pensamientos y emociones más adaptativas. Con pensamientos y emociones, nuevas y adecuadas.

El tomar nuestros pensamientos como si de verdades absolutas se tratasen, ocasionan el denominado visión túnel. Desde el que no vemos otras opciones más.

Pensamientos del tipo:

  • “Se va a enfadar”
  • No valgo nada”
  • “Esto es insoportable”
  • “Soy el culpable de todo”
  • “Es terrible cómo reaccionan algunos compañeros conmigo”
  • «No soporto que me rechacen”
  • “Soy como soy, y no puedo cambiarlo”
  • También pensamientos del tipo:
  • “Tengo que ser simpático y agradable con todo el mundo”
  • “Nunca lo voy a conseguir”
  • O por ejemplo:
  • “No soporto los errores de los demás” ç
  • “Soy un cobarde”
  • “Nunca voy a conseguir un trabajo mejor”.

Generan emociones y sentimientos del tipo:

  • Tristeza, desanimo o desesperanza.
  • Frustración.
  • Odio hacia otras personas o hacia uno mismo.
  • Sentimiento de culpa.
  • Vergüenza.
  • Enfado.

Las interpretaciones poco funcionales y desadaptativas de la información, son conocidas con el nombre de “distorsiones”. Se asocian con malestar emocional y también con incapacidad. Todos, en algún momento tenemos estas distorsiones. Pero tienen importancia en función del grado de afectación y capacidad de afrontamiento. Generalmente se centran en el futuro, en uno mismo, en los demás y en el mundo.

Algunas distorsiones que solemos hacer cuando interpretamos la realidad que no se ajustan a las situaciones, se enumeran a continuación:

  • Como son: tengo que, tienes que, las cosas tienen que, el trabajo tiene que, o debo de. Este tipo de pensamientos son considerados poco flexibles y por lo tanto rígidos. Esta evaluación puede generar emociones como ansiedad, sentimiento de culpa, tristeza, ira o frustración. Nuestro foco atencional se centra en lo que se debe hacer y no en lo que es más adecuado hacer.
  • El Etiquetar. Se califica de manera muy negativa y se hace uso de etiquetas con un marcado lenguaje emocional negativo. De esta manera, se está haciendo suyas, cualidades que no son aplicables. Por ejemplo: “Soy una autentica perdedora”. O, etiquetamos un acontecimiento o a otras personas: “Mis compañeros de estudio son unos vagos”. Algunas de las palabras que ayudan a identificar esta distorsión son: “Es un”, “son unos”, “soy una”.
  • Se descalifican las experiencias que son positivas. Se mantienen las creencias negativas y, las vivencias y experiencias positivas se dejan al margen. No se tienen en cuenta la posibilidad de que uno pueda sentirse bien por algo concreto. Directamente, se rechaza cualquier experiencia “por si acaso”.
  • El Magnificar/minimizar. Los errores son consecuencia de uno mismo y los aciertos son consecuencia de los demás. Los errores de los demás son imperceptibles y los éxitos de las persona pasan desapercibidos por ella. Es decir, se distorsionan los hechos en función de las propias experiencias. Se podría mencionar por un lado la negación (se niegan los problemas) y por otro, la visión catastrófica.
  • El Catastrofismo. Se exagera y magnifica las consecuencias negativas de un hecho hasta límites extremos. “Esto es terrible, catastrófico, aterrador, insoportable, horrible”. “Y si me ocurre a mí”
  • La Personalización o una falsa atribución. La persona se hace responsable de lo que acontece a su alrededor, de hechos desafortunados de los que no es responsable. “Sé que ha ocurrido por mi”. Pero también, la causa se puede atribuir a otros, lo que puede generar ansiedad y enfado. Por ejemplo: “Mi superior me baja mi autoestima”, mi profesor me hace enfadar”.

Miriam Benavides

Psicóloga Sanitaria

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