Implicaciones de baja tolerancia frustración

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Implicaciones de baja tolerancia frustración

Es frecuente encontrar hoy en día niños y adolescentes que experimentan una baja tolerancia a la frustración.

Manifiestan sentimientos de incapacidad para soportar determinadas situaciones. Y para experimentar un cierto nivel de malestar.

Anteriormente se consideraba que la frustración que un sujeto pudiese experimentar era algo negativo para su desarrollo tanto psicológico como emocional. Creencia que fue mantenida durante un largo tiempo.

En la actualidad se considera que algún nivel de frustración, en momentos determinados, es necesario para el proceso de educación. También para la evolución y desarrollo de los niños. Ya que de esta forma se fomenta su fortaleza ante las adversidades.

Se favorecerá así que puedan desarrollar las denominadas habilidades de afrontamiento.

No obstante, es habitual encontrar menores a los cuales se les priva de estas situaciones generadoras de frustración para que no experimenten malestar. Por lo que este hecho puede conllevar una serie de implicaciones negativas como las que se exponen a continuación. Implicaciones de la baja tolerancia a la frustración.

  • Mayor tendencia a la desmotivación ante cualquier incomodidad o contratiempo.
  • Tendencia al pensamiento a corto plazo. Sin tener en cuenta un pensamiento más a largo plazo y sus consecuencias.
  • Creencia de que las cosas en la vida siempre son fáciles y cómodas. Y se consiguen sin ningún tipo de esfuerzo.
  • Evitación y escape de situaciones complejas en lugar del afrontamiento de las mismas. Con el objetivo de no experimentar malestar ni sufrimiento.
  • Miedo al fracaso.
  • Ausencia de la habilidad para la resolución de conflictos.
  • Ausencia de la habilidad para la toma de decisiones.

Así pues, más que evitar estas situaciones es importante enseñar al niño o adolescente a afrontarlas de forma adaptativa.

Sin embargo, si el entorno más cercano se hace consciente de que todo esto supone una gran dificultad. Por lo que es necesaria una intervención externa de profesionales que puedan abordar todos estos puntos. Y que doten al niño de las herramientas y habilidades necesarias para ello.

Aida Mañero Ocarranza

Psicóloga Sanitaria

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