Ritmo de vida: Tensión y malestar
El ritmo de vida en el que nos encontramos sumergidos en la actualidad es tal, que está generando sentimientos de:
“tensión, malestar, inestabilidad e inseguridad”
Un ritmo de vida acelerado, apresurado, cambiante, exigente y competitivo. Un ritmo, que prolongado en el tiempo, puede desencadenar problemas de salud física y mental.
¿Es algo de lo que no puedo escapar?
¿Es lo que me ha tocado vivir y he de tirar como buenamente pueda?
¿Qué está en mi mano para sentirme mejor?
¿Puedo hacer algo? ¿Sí, no?
La clave de esta tensión y malestar, no está tanto en esa situación estresante. Está más bien, en la percepción que hacemos de la misma.
Diariamente podemos estar expuestos a situaciones a las que debemos de hacer frente. A las que debemos de adaptarnos. Y ante iguales situaciones, no todas las personas las afrontamos de igual manera. Hay personas que pueden reaccionar ante una situación estresante de manera desadaptativa. Y otras, por el contrario, lo hacen de forma más adaptada. Unos pueden reaccionar con mucha tensión y malestar y otros, con poco o nada. Y de ello depende, la percepción que cada uno de nosotros tengamos de esa situación. De cómo la interpretemos.
Sentimientos de angustia, incertidumbre o intranquilidad, no están presentes únicamente en momentos de baja laboral, despidos o separaciones de pareja. Hay momentos en nuestro día a día que podemos tipificarlos también como situaciones estresantes. Situaciones que pueden tener un carácter más negativo, como es la falta de tiempo. Lo que lleva a presentar en el sujeto tensión y malestar.
Pero también, momentos positivos como el hecho de preparar una boda o el estar de vacaciones, pueden generar connotaciones negativas. Y desencadenar por lo tanto, sentimientos de no bienestar y desasosiego.
En general, estos sentimientos aparecen en el momento que nos encontramos ante una situación que evaluamos como amenazante. Situación que nos suscita inseguridad e inquietud. O que consideramos puede desbordar nuestros recursos y medios para solucionarlo eficazmente.
Es importante destacar el carácter adaptativo de determinadas reacciones de activación. La ansiedad, el estrés, ante el ritmo de vida que llevamos, nos avisa de que algo no va bien. Las tensión y malestar, nos alerta de que hay un posible peligro y nos prepara para poder darle solución. Así, este componente de activación, más que ser negativo, sería todo lo contrario. Sería positivo y adaptativo.
Además, se caracterizaría por ser de una intensidad leve o media. También, por interferir en la calidad de vida de la persona de manera leve o moderada.
El problema está cuando esa respuesta, deja de ser adaptativa y se convierte en algo más patológico. Se convierte en una respuesta desadaptativa que interfiere en nuestro funcionamiento diario. El sujeto presenta tensión y malestar, En una respuesta que escapa a nuestro control voluntario y que aparece de manera frecuente. Una respuesta desproporcionada, que se vive como muy intensa y que genera un malestar clínicamente significativo en la persona.
Miriam Benavides
Psicóloga Sanitaria
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