Consecuencias negativas derivadas de la negación de la realidad de los problemas infantiles
Muchas son las ocasiones en que oímos “son cosas de niños”, “ya se le pasará”. ¿Es posible aplicar estas afirmaciones a cualquier situación, dificultad o problema infanto-juvenil?
Desde la experiencia práctica se observa que esta cuestión a menudo encubre una dificultad de los progenitores para reconocer ciertas limitaciones o dificultades de sus hijos. Una negación de la realidad actúa como mecanismo de defensa. De este modo no se afronta el dolor o la culpabilidad que pueden generar.
También se relaciona con un aspecto de carácter más económico. Debido a las dificultades que se prevee puede ocasionar en la economía familiar el iniciar un tratamiento concreto.
Por todos estos motivos, los adultos en muchas ocasiones tienden a “echar balones fuera” para convencerse de la no necesidad de ayudar profesionalmente a sus hijos, y comienzan a culpar a otros compañeros… al colegio… a los docentes… a la situación concreta…
Sin embargo, en contra de lo que se puede pensar, habitualmente en estos casos dejar pasar el tiempo no ayuda, más bien todo lo contrario, puede hacer que el problema que sea se enquiste más y cada vez afecte a más áreas y ámbitos en los que el niño o joven se desarrolle, hecho que inevitablemente se asociará con un trabajo de intervención más amplio y, por consiguiente más costoso.
Así pues, es necesario concienciar para que cuanto antes se observen síntomas, dificultades, problemas… los más pequeños puedan acudir a centros especializados para superarlos de forma eficaz y continuar con un desarrollo normalizado y ajustado a su edad, de modo que el impacto tanto personal para el menor como económico para la familia sea el menor posible.