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Cómo perdonar a quien te ha hecho daño

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Cómo perdonar a quien te ha hecho daño: pasos reales para sanar sin negarte a ti mismo

Perdonar a quien te ha hecho daño es una de las experiencias más difíciles a las que puede enfrentarse una persona. Deseos de justicia, de venganza, de dolor o de tristeza no dejan a veces, que perdonemos y pasemos página.

Esto es aún más difícil cuando el daño es intencional, desproporcionado e injusto. Cuando no has hecho nada pero el otro se sintió atacado. Otras veces, por no predicar lo mismo, por defender tu verdad.

No porque no sepamos que “deberíamos” perdonar, sino porque el dolor no desaparece por decreto. Hay heridas que se quedan, palabras que marcan, traiciones que cambian la manera en la que miramos el mundo y a los demás.

Si estás leyendo esto, probablemente no buscas frases bonitas ni consejos vacíos. Buscas alivio, comprensión y una manera realista de dejar de cargar con algo que te pesa por dentro.

El no perdonar es una cárcel que te hace sufrir cada día, perdonar es liberarte de esa carga.

Mucha gente cuando lo dices que perdone, te contesta: “No se lo merece” “Si hombre que me lo vuelva a hacer” Pero perdonar no significa olvidar, no significa permitir que te lo vuelvan a hacer. Perdonar no significa volver a lo de antes.

En este artículo vamos a ver qué es realmente perdonar, qué no es, por qué cuesta tanto y, sobre todo, los pasos psicológicos para perdonar a quien te ha hecho daño sin traicionarte a ti mismo.

Qué significa perdonar de verdad (y qué no)

Antes de hablar de pasos sobre cómo perdonar, es fundamental aclarar un error muy común: perdonar no es lo mismo que justificar, olvidar o reconciliarse.

Perdonar NO es:

  • Decir que lo que te hicieron “no fue para tanto”
  • Hacer como si no hubiera pasado nada
  • Volver a confiar automáticamente
  • Reanudar una relación dañina
  • Exigir que el dolor desaparezca de golpe

Perdonar SÍ es:

  • Dejar de vivir emocionalmente atado al daño
  • Recuperar tu paz interior
  • Soltar la necesidad de venganza o ajuste de cuentas
  • Elegir no seguir sangrando por la misma herida

Desde la psicología, el perdón es un proceso interno, no un favor que se le hace al otro. Es una decisión que se toma por salud mental y emocional, no por obligación moral.

Por qué cuesta tanto perdonar cuando el daño es profundo

Muchas personas se sienten mal o culpables por no poder perdonar. Pero la dificultad no es un fallo tuyo: tiene sentido.

1. El daño rompe la confianza básica

Cuando alguien nos hiere, especialmente si era alguien cercano, se rompe algo esencial: la sensación de seguridad, de confianza. El cerebro interpreta eso como una amenaza y se activa el sistema de defensa. La tristeza al desengaño se multiplica por 10, se rompe en esas estructuras internas de la relación hacia esa persona.

2. El dolor no validado se convierte en rabia

Si nadie reconoció lo que te hicieron, si minimizan tu sufrimiento o te dicen “tienes que perdonar”, el dolor se enquista y aparece la ira. Te sientes no comprendido y no valorado, como si tus emociones y lo que sientes fueran ignoradas.

3. Confundimos perdón con rendición

Muchas personas sienten que perdonar es “darle la razón al otro” o perder dignidad. En realidad, es justo lo contrario: es recuperar el control sobre tu mundo interior. No es dar la razón, es aceptar lo que ha pasado y la forma de actuar del otro.

El perdón desde la psicología: una herramienta de liberación

Numerosos estudios psicológicos muestran que no perdonar se asocia con:

  • Ansiedad crónica
  • Rumiación constante
  • Problemas de sueño
  • Somatizaciones
  • Estados depresivos
  • Dificultades para vincularse

El perdón no borra lo ocurrido, pero reduce el impacto emocional del recuerdo. Es como cerrar una herida que ya no necesita seguir abierta para demostrar que existió.

Pasos reales para perdonar a quien te ha hecho daño

Pasos para perdonar a alguien (de forma real y sana) según la psicóloga Elisa Vaca.

1. Entender que perdonar no es hacer como si no hubiera ocurrido nada

Perdonar no es negar, no es minimizar y no es olvidar. Lo que pasó ocurrió y tuvo un impacto emocional. El perdón no borra los hechos, sino que evita que sigan gobernando tu vida interior.

Perdonar no significa justificar el daño ni restarle importancia, sino dejar de vivir atado a él.

2. Escribir o contar de nuevo lo que ha sucedido

Para poder perdonar, el daño necesita ser nombrado y expresado. Contar la historia —por escrito o en palabras— ayuda a ordenar lo vivido y a sacar la emoción que quedó atrapada. Puedes hacerlo a modo de cuento, de película o de comic. La idea es reelaborar lo ocurrido, aceptando aunque duela e intentando ser objetivos con los hechos.

Cuando el dolor no se expresa, se transforma en rabia, culpa o rumiación constante. Narrar lo ocurrido es un primer acto de liberación. También ayuda a reconocer y a dar claridad a lo ocurrido. Nos debe servir como aprendizaje.

3. Aceptar y poner nombre a lo ocurrido

Aceptar no es aprobar. Aceptar es reconocer con claridad:

  • qué pasó
  • cómo te afectó
  • qué emoción dejó (tristeza, rabia, decepción, miedo…)
  • qué aprendiste sobre la forma de actuar de los otros
  • Qué aprendiste de tu forma de actuar, qué no volverías o volverías a hacer

Poner nombre al daño permite que deje de ser difuso y empiece a sanar. Lo que se nombra, se puede trabajar; lo que se niega, se enquista.

4. Humanizarse: reconocer que tú también te equivocas y haces daño

Este paso no es culpabilizarte, sino salir de la rigidez moral. Humanizarse implica aceptar que todos, en algún momento, fallamos, herimos o no estuvimos a la altura.

No se trata de igualar responsabilidades, sino de reconocer la condición humana compartida. Desde ahí, el perdón deja de ser una imposición y se convierte en un acto consciente de madurez emocional. Entendiendo que todos podemos tener un momento de debilidad y no hacer lo correcto.

Poder entender otras formas de vivir la vida, aunque no las compartas, y entender que los demás tienen libertad para actuar como quieran, estén equivocados o no.

5. Renovar la relación, si se puede

Perdonar no obliga a reconciliarse. La renovación de la relación solo es posible si hay respeto, límites y seguridad emocional. Cuando los demás no actúan según tus principios, tus valores o creencias, y puedes ver que su forma de ver el mundo y las relaciones, pueden volver a hacerte daño. Pues es una forma estable en el tiempo de su forma de actuar, quizá lo mejor sea alejarse si no física, emocionalmente. Debes de cuidar tu seguridad emocional.

Hay gente que se venga, y que se se ve herida, se le haya hecho daño o no, pueden llegar a vengarse. Son los típicos de “si me la hace, me la paga” Esta forma de pensar puede hacer daño, además pueden sentirse heridos sin haberles hecho daño.

A veces el perdón implica:

  • continuar la relación de otra manera
  • tomar distancia
  • o cerrar definitivamente el vínculo

Renovar no siempre significa volver a como antes, sino relacionarse desde un lugar más sano… o saber soltar.

Conclusión

El perdón no es un favor que se le hace al otro.

Es un proceso interno que te devuelve la paz, la libertad emocional y la dignidad.

Cómo perdonar a quien nos ha hecho daño según el Evangelio

Un camino cristiano de verdad, sanación, caridad, misericordia, compasión y libertad interior. Un camino que nos acerca a Dios y nos libera de nuestros propios pecados.

Perdonar es uno de los mandatos más exigentes del Evangelio y, al mismo tiempo, uno de los más malentendidos. Muchas personas creen que perdonar consiste en olvidar, en justificar al que hizo daño o en reconciliarse sin condiciones. Sin embargo, cuando leemos con atención los Evangelios, descubrimos que Jesús nunca pidió un perdón ingenuo, superficial o deshumanizante. El perdón cristiano es profundo, verdadero y liberador, pero también realista y exigente.

El Papa Francisco en numerosas ocasiones habla del perdón y de cómo perdonar. Al final de este artículo, os resumo lo que él dijo.

Perdonar no es un acto instantáneo, sino un camino del corazón, que se recorre paso a paso, a la luz de la Palabra.

1. Perdonar no es negar la verdad: Jesús mira de frente el mal

El primer paso cristiano para perdonar es comprender que el Evangelio nunca niega el mal. Jesús no hace como si el pecado no existiera. Al contrario, lo nombra, lo denuncia y lo confronta.

Cuando Jesús se encuentra con la mujer sorprendida en adulterio (Jn 8,1-11), no justifica lo ocurrido. Dice claramente:

“Vete, y no peques más”.

Hay perdón, pero también hay verdad. Del mismo modo, cuando alguien nos ha herido, el perdón cristiano comienza por reconocer que algo injusto ocurrió. Fingir que “no pasó nada” no es evangélico; es una forma de autoengaño que impide la sanación.

Jesús afirma:

“La verdad os hará libres” (Jn 8,32)

Solo desde la verdad —aunque duela— puede nacer un perdón auténtico.

2. Volver a contar lo ocurrido delante de Dios: llevar la herida a la luz

En los Evangelios vemos a Jesús invitando constantemente a las personas a hablar, narrar, poner palabras a su sufrimiento. Al ciego Bartimeo no lo sana sin más; antes le pregunta:

“¿Qué quieres que haga por ti?” (Mc 10,51)

Dios conoce nuestro dolor, pero quiere que lo expresemos. Contar lo ocurrido —en oración, por escrito, en acompañamiento espiritual— es una forma de poner la herida en manos de Dios.

Jesús mismo, en Getsemaní, no se calla el sufrimiento:

“Mi alma está triste hasta la muerte” (Mt 26,38)

Si el Hijo de Dios expresa su angustia, también nosotros estamos llamados a decirle a Dios lo que nos hicieron y cómo nos dolió. El silencio impuesto no es cristiano; la verdad hablada sana.

3. Aceptar y nombrar el mal sin justificarlo: Jesús no confunde misericordia con permisividad

Aceptar lo ocurrido no significa aprobarlo. En los Evangelios, Jesús es profundamente misericordioso, pero nunca relativiza el mal. Cuando reprende a los fariseos o denuncia la hipocresía, lo hace con claridad (Mt 23).

Aceptar es reconocer:

  • que hubo una herida,
  • que hubo una falta,
  • que hubo un daño real.

Jesús enseña a llamar a las cosas por su nombre:

“Sea vuestro ‘sí’, sí; y vuestro ‘no’, no” (Mt 5,37)

Nombrar el mal nos protege de dos extremos: del rencor silencioso y de la falsa espiritualidad que tapa el dolor con frases piadosas. Solo lo que se reconoce puede ser entregado a Dios para ser sanado.

4. Humanizarse: recordar que también nosotros necesitamos perdón

Este es uno de los núcleos más profundos del perdón cristiano. Jesús nos invita a perdonar no desde la superioridad, sino desde la conciencia de nuestra propia fragilidad.

En la parábola del siervo despiadado (Mt 18,21-35), Jesús muestra a un hombre perdonado de una deuda enorme que luego es incapaz de perdonar una deuda pequeña. El mensaje es claro: quien olvida que ha sido perdonado, endurece el corazón.

Y cuando Pedro pregunta:

“¿Cuántas veces tengo que perdonar? ¿Hasta siete?”

Jesús responde:

“No te digo hasta siete, sino hasta setenta veces siete” (Mt 18,22)

Humanizarse no significa equiparar culpas, sino reconocer que todos vivimos sostenidos por la misericordia de Dios. Desde ahí, el perdón deja de ser una obligación pesada y se convierte en un acto de coherencia con la fe que profesamos.

5. Renovar la relación, si es posible y conforme al Evangelio

El perdón cristiano no exige siempre la reconciliación. Jesús enseña a amar, pero también a poner límites. Cuando envía a los discípulos, les dice:

“Si no os reciben, sacudíos el polvo de los pies” (Mt 10,14)

Esto muestra que hay relaciones que no pueden continuar del mismo modo. Renovar una relación solo es posible si hay conversión, verdad y respeto. Si no, el perdón puede vivirse sin contacto, sin odio y sin deseo de venganza.

En la cruz, Jesús perdona:

“Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lc 23,34)

Pero no baja de la cruz para exponerse de nuevo al mal. El perdón no es permitir que el daño continúe.

Conclusión: el perdón cristiano como camino de libertad

Perdonar, según el Evangelio, no es olvidar el pasado, sino confiar el juicio a Dios. Es soltar el peso del rencor para no vivir encadenados al daño recibido.

Perdonar es creer que Dios ve, sabe y hará justicia.

Es elegir la paz del corazón frente a la esclavitud del resentimiento.

Es caminar hacia la libertad interior que Cristo promete.

“Venid a mí los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré” (Mt 11,28)

Lo que el papa Francisco dijo sobre el perdón

El papa Francisco ha hablado muchísimas veces del perdón, y siempre desde un enfoque muy evangélico, muy humano y nada ingenuo. Para él, el perdón no es una consigna moral ni una exigencia fría, sino una experiencia de misericordia que libera el corazón. Voy a explicarlo de forma ordenada, con sus ideas clave, citas textuales y el sentido profundo que les da.

1. El perdón nace de saberse perdonado por Dios

Una de las ideas centrales del papa Francisco es esta:

nadie puede perdonar de verdad si antes no se siente perdonado.

Francisco insiste en que el cristiano no perdona por superioridad moral, sino porque vive sostenido por la misericordia de Dios.

“Dios no se cansa nunca de perdonar; somos nosotros los que nos cansamos de pedir perdón.”

Esta frase resume toda su teología del perdón. Para Francisco, el perdón cristiano no empieza en el esfuerzo humano, sino en la experiencia de haber sido acogido por Dios tal como uno es: frágil, herido, incoherente.

Cuando una persona se sabe perdonada, el corazón se ablanda. Cuando no, el corazón se endurece y se vuelve juez.

2. Perdonar no es justificar el mal ni olvidar la herida

El papa Francisco es muy claro en esto: la misericordia no niega el mal. Perdonar no significa decir que lo que ocurrió estuvo bien, ni borrar la memoria.

En varias homilías ha explicado que:

  • el mal es mal,
  • la injusticia es injusticia,
  • y el daño duele.

Pero quedarse atrapado en ese daño envenena el alma.

“El rencor es un veneno que se bebe esperando que muera el otro.”

Para Francisco, el perdón no borra la herida, pero evita que siga infectándose. El recuerdo puede permanecer, pero ya no gobierna la vida interior.

3. El perdón es un camino, no un acto instantáneo

Una aportación muy importante del papa Francisco es que desmonta la idea de que el perdón es inmediato. Él reconoce que hay heridas profundas que necesitan tiempo.

“Perdonar no es fácil. A veces parece imposible. Pero es un camino que hay que recorrer.”

Esto es clave pastoralmente: Francisco no culpabiliza a quien todavía no puede perdonar. Entiende que hay procesos, especialmente cuando hay traiciones, humillaciones, abusos o heridas prolongadas.

Para él, Dios acompaña el proceso, incluso cuando la persona solo puede decir:

“Señor, quiero perdonar, pero no puedo todavía”. Es importante al menos tener la intención de perdonar.

4. Perdonar libera al que perdona, no al que hizo daño

Francisco repite una idea muy profunda: el perdón no es para el otro, es para ti.

“Perdonar es liberar el corazón del peso del odio y del resentimiento.”

Cuando no se perdona, según el papa, se permanece atado al pasado, a la persona que hizo daño, a la escena dolorosa. El perdón rompe esa cadena interior.

Esto no significa que el otro quede absuelto automáticamente ni que no deba asumir consecuencias. Significa que tú dejas de cargar con un peso que no te corresponde.

5. No hay perdón sin verdad y sin justicia

El papa Francisco insiste en que la misericordia no es complicidad con la injusticia. Especialmente cuando habla de abusos, violencia o corrupción, deja claro que el perdón cristiano no sustituye a la justicia.

“La misericordia no anula la justicia, sino que la lleva a su plenitud.”

Esto es fundamental: perdonar no significa callar, encubrir ni permitir que el mal continúe. El perdón actúa en el corazón; la justicia, en la realidad concreta.

6. Perdonar no siempre implica reconciliarse

Francisco también ha aclarado que no toda relación puede o debe restablecerse.

En situaciones de daño repetido o relaciones tóxicas, el perdón puede vivirse a distancia, con límites claros.

“El perdón no elimina la prudencia.”

Esta frase conecta mucho con el Evangelio: amar no es exponerse ingenuamente al daño. El perdón sana el corazón, pero la reconciliación requiere condiciones reales: arrepentimiento, cambio y respeto.

7. El perdón rompe la lógica del mundo

Para el papa Francisco, el perdón cristiano es profundamente contracultural. El mundo funciona con la lógica del “ojo por ojo”, del ajuste de cuentas, del orgullo herido.

El Evangelio propone otra lógica.

“El perdón es la fuerza de Dios que vence el mal.”

Perdonar no es debilidad; es una forma de resistencia espiritual. Es negarse a que el mal tenga la última palabra dentro de ti.

8. El perdón como camino de paz interior

Francisco relaciona directamente el perdón con la paz del corazón.

“No hay paz sin perdón.”

Donde hay rencor, hay ruido interior. Donde hay resentimiento, hay esclavitud emocional. El perdón abre un espacio interior donde puede entrar Dios.

No es casual que Jesús, resucitado, diga:

“La paz esté con vosotros”

justo después de mostrar sus heridas.

Idea final del papa Francisco sobre el perdón

Resumiendo su pensamiento, el papa Francisco diría algo así:

  • Perdonar es difícil, pero posible con la gracia de Dios.
  • No es olvidar, ni justificar, ni reconciliarse siempre.
  • Es un proceso que sana al que perdona.
  • No elimina la justicia ni la verdad.
  • Es un acto profundamente liberador.

O como él mismo dice de forma sencilla y directa:

“El perdón es el nombre del amor cuando llega hasta el extremo.”

El perdón más difícil

El perdón más difícil no suele ser el que damos a otros.

Casi siempre es el perdón a uno mismo.

¿Por qué es el más difícil?

Porque implica:

  • Aceptar que fallamos, sin excusas.
  • Mirar de frente decisiones que no podemos cambiar.
  • Soltar la culpa cuando creemos que “debería haber sabido más”.
  • Dejar de castigarnos para “pagar” el error.

Perdonar a otro puede apoyarse en la distancia, el tiempo o incluso en la idea de que el otro no sabía lo que hacía.

Pero de uno mismo no se puede huir.

Otros perdones especialmente difíciles

Aunque el más duro suele ser el propio, hay otros que casi compiten:

  1. Perdonar una traición consciente
    Cuando el daño fue intencionado y repetido.
  2. Perdonar a quien no pide perdón
    Porque te obliga a cerrar sin reparación ni justicia externa.
  3. Perdonar a quien debía cuidarte
    Padres, figuras de autoridad, personas que tenían responsabilidad emocional sobre ti.
  4. Perdonar cuando el daño cambió tu vida
    Cuando ya no puedes volver a ser quien eras antes.
  5. Perdonar cuando te hicieron daño de manera consciente, sin haber hecho nada.

Una clave importante

Perdonar no es:

  • Justificar
  • Minimizar
  • Reconciliarse
  • Olvidar
  • Volver a exponerte

Perdonar es dejar de vivir atado al daño, aunque el recuerdo siga.

Y a veces, el primer perdón no es al otro…

es a la parte de ti que aguantó más de lo que podía.

Resumiendo…

El perdón es necesario para que tú sanes, para que puedas dormir por las noches, para no tener ansiedad, para liberarte del dolor. A veces no es fácil, lleva su tiempo, pero hay que ser conscientes de que hay que hacerlo, con el tiempo… puedes conseguirlo. Perdonar te hace humano, te hace buena persona, te hace noble, compasivo y misericordioso.

Cómo perdonar sin reconciliarse

vacaorgaz
vacaorgaz
Psicóloga Sanitaria col. nº M-19741 Licenciada en psicología especialidad clínica. Máster en Neuropsicología. Especialista en Psicología Infanto-Juvenil. Especialista en Logopedia. Formadora y Autora de cursos en Tea Ediciones.

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