Psicología infantil: Mi hijo no duerme solo
El miedo es una emoción universal, compartida tanto por humanos como por animales, el cual ha sido crucial, y sigue siéndolo en la actualidad, para el desarrollo de la humanidad puesto que debido a su funcionalidad, ha permitido tanto mantener la supervivencia como fortalecer la capacidad de afrontamiento.
El miedo se experimenta ante un peligro real e inminente, es por tanto una reacción normal y adaptativa ante una situación que supone peligro o amenaza para los individuos. Así pues, es posible afirmar por un lado que el miedo forma parte del desarrollo evolutivo de los sujetos y, por otro que todo el mundo experimenta miedo en alguna ocasión o ante alguna situación determinada.
Uno de los miedos más presentes y recurrentes en la infancia es el miedo a la oscuridad, a estar solo o a los monstruos y ladrones. Se trata de miedos evolutivos los cuales suelen aparecer entre los 2 y los 5-6 años aproximadamente. Los denominados miedos evolutivos son miedos asociados a ciertas etapas del desarrollo, los cuales son transitorios y que aparecen en distintos niños de edades similares. Estos miedos permiten al niño desarrollar habilidades de afrontamiento que le permitirán adaptarse a diferentes situaciones.
Pero, ¿qué ocurre cuando estos miedos a la oscuridad, monstruos… van más allá de la etapa de desarrollo establecida o interfieren de modo significativo en la vida del niño?:
- El niño/a no quiere ir a dormir.
- El niño/a manifiesta rabietas.
- El niño/a anticipa preocupaciones y muestra síntomas ansiosos a medida que se acerca la hora de acostarse.
- El niño/a se levanta y sale de la habitación repetidas veces retrasando la hora de dormir.
- El niño/a se mete en la cama de los padres.
En estos casos se hace necesaria una intervención más específica, a menudo llevada a cabo y guiada por un profesional el cual establezca unas pautas de actuación para con los padres, los cuales en ocasiones sin intención mantienen el problema, y con los niños en sí. Algunos de estos consejos a seguir en caso de que se produzcan tales situaciones son:
- Dotarles de alguna herramienta que les de más seguridad como una pequeña linterna, dejar una lucecita encendida o un muñeco especial que ellos mismos elijan.
- Crear rutinas de sueño y rituales para ir a la cama agradables y tranquilos, no llevar a cabo actividades excitantes como jugar a consolas o tablets.
- Jugar durante el día a juegos divertidos que se puedan llevar a cabo en la oscuridad (tinieblas, hacer sombras, adivinar ruidos…).
- Establecer una jerarquía de actuación por parte de los padres en la que cada vez sus ayudas sean menores y la capacidad de afrontamiento del niño/a mayor (llevar a cabo una denominada Desensibilización Sistemática).
Aida Mañero
Psicóloga