¿Sirven de algo los castigos?
Es frecuente encontrar en consulta padres y madres que llegan desesperados puesto que no saben qué hacer con sus hijos. Por ejemplo, comentan que únicamente logran encadenar una discusión tras otra con ellos. Incrementar el repertorio de castigos posibles. Pero los castigos ¿sirven?.
Todo esto repercute en el día a día de todos. Haciendo que la educación de los hijos, así como la convivencia y la relación llegue a convertirse en algo insoportable. Y de difícil abordaje.
Estos padres llegan pensando que su hijo realmente no tiene remedio. Y sin saber qué más hacer ya que el niño ha sido sometido a todo tipo de castigos. Y no cambia de ninguna forma. Entonces los castigos no sirven.
Esta situación a su vez genera en los propios padres una sensación de frustración, impotencia, culpa y desesperación. Que les dificulta continuar con su ejercicio de paternidad. Por su parte, los hijos llegan a considerar que sus padres son “malos”. Porque únicamente les castigan, le regañan y le dicen lo malo que hace. Pero ven que estos castigos no sirven.
Así, se observa que el administrar un castigo no es tan fácil. En ocasiones no es tan efectivo como en un principio parece. Y que, a la larga, puede llegar a repercutir seriamente en la relación paterno-filial. Si únicamente se hace uso del mismo sin emplear otros medios. Los castigos no sirven.
En concreto, algunos de los errores que se cometen. Con más frecuencia a la hora de castigar a un hijo, son entre otros:
- Castigar al niño sin que éste sepa por qué. El niño no sabrá qué es lo que ha hecho mal. Y qué es lo que no debe volver a repetir.
- Consumar el castigo pasado bastante tiempo. Después de que tuvo lugar la conducta a eliminar. Esto es, llevar a cabo el castigo sin inmediatez. Se disminuye la probabilidad de que el niño asocie la conducta inadecuada con el castigo en sí.
- Realizar el castigo unas veces sí y otras no. Ante la aparición de un mismo comportamiento inadecuado.
- No ofrecer al niño una conducta alternativa adecuada a esa que no debe hacer.
Aun teniendo en cuenta todo esto, y a pesar de administrar un castigo de forma correcta, es necesario tener siempre en cuenta los efectos adversos que igualmente tiene, a saber:
- Efecto poco duradero. El resultado momentáneo que se obtiene con el castigo no suele perdurar en el tiempo.
- Debido a ese efecto poco duradero, la tendencia es incrementar la magnitud y frecuencia del castigo con la intención de que el mismo haga efecto.
- A medida que se incrementa la magnitud y frecuencia de los castigos se va produciendo un deterioro de la relación padres/madres – hijos, generando aun más trifulcas y discusiones.
Así pues, y teniendo en cuenta todo lo expuesto hasta aquí, lo conveniente sería el refuerzo positivo (atender, felicitar y premiar) de conductas adecuadas junto con la extinción (ignorar completamente) de aquellas conductas que no se desea que vuelvan a aparecer.
No obstante, y puesto que hay ocasiones en las que es complicado no castigar al niño como consecuencia de su actuación, hay ocasiones en las que se considera más recomendable el empleo del castigo (siempre unido a la oferta por parte de los padres de un comportamiento alternativo) como es el caso de una conducta que entrañe peligro para el niño o para otros.
Aida Mañero Ocarranza
Psicóloga Sanitaria
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