Manejo de la ira
La ira es una respuesta emocional primaria presente en todos los seres humanos. Esta emoción puede oscilar desde una ligera sensación de irritabilidad o disgusto. Hasta un fuerte estado de cólera, odio y rencor ante la situación vivida.
La ira cumple una función protectora. Ya que prepara a la persona para protegerse ante situaciones en las que uno se siente vulnerado o amenazado. Aunque esta emoción, no solo se encuentra vinculada a la defensión. O la destrucción de aquello que te daña, sino que en muchos casos, si se gestiona y se responde de manera controlada. Puede llegar a favorecer la resolución de problemas y la consecución de metas para la motivación de uno mismo.
Este estado emocional suele estar presente en mayor o menor medidaen situaciones de la vida cotidiana. Como es en el ambiente familiar, social o laboral. Al percibir ciertas situaciones o reacciones en el otro que son valoradas como injustas. O frustrantes, incapacitantes o intolerables por parte del ambiente.
Cada individuo experimenta y responde ante esta emoción de manera diferente. Esto varía en función de variables como la personalidad. También experiencias e historia personales vividas, patrones conductuales familiares. Así como la capacidad que tenga el propio sujeto de autorregularse a nivel emocional y de poder controlar sus impulsos.
La ira puede diferenciarse entre un estilo pasivo (adaptativo) y un estilo agresivo. Este último es un estilo de ira explosiva más compleja de canalizar y de gestionar. Suele causar grandes problemas y conflictos en las relaciones personales, derivando en el deterioro de las distintas áreas vitales.
Cuando uno siente ira, el cuerpo y la mente tiende a no ver las cosas del todo claras. Esto ocurre por la intensidad emocional que conlleva. También por las ideas irracionales arraigadas y por la distorsión que se produce de la realidad ante la situación.
Este estado emocional puede variar en función de la intensidad, de la carga emocional que tenga para sujeto y de cómo racionalice lo ocurrido. Siendo muy común el distorsionar la situación cuando uno se encuentra bajo la influencia de esta emoción. Estos aspectos tienden a activar comportamientos de tipo impulsivo, e incluso en algunos casos conductas de violencia y de agresividad. No siendo conscientes de las consecuencias que pueden acarrear este comportamiento tanto para uno mismo, como para los demás.
La ira se puede transformar, controlar y gestionar con formas más sanas y adaptativas de responder. Pero para ello, se debe valorar el comportamiento y la reacción emocional específica de la persona. Con el fin de dotar de estrategias cognitivo-conductuales que resulten eficaces para la expresión y el control emocional para el propio individuo.
Rocío Delgado
Psicóloga Sanitaria