La Real Academia Española de la Lengua, define el “dolor” como la sensación molesta y aflictiva de una parte del cuerpo por causa interior o exterior. Otro de los significados que adquiere esta palabra, es la de sentimiento, pena o congoja que se padece en el ánimo.
El dolor crónico se refiere a aquellos trastornos caracterizados por dolor persistente con una duración de al menos seis meses, y persistentes al tratamiento médico convencional.
Según Melzack y Casey (1968), el dolor es una experiencia perceptiva multidimensional. La percepción y la experiencia del dolor, están compuestas por tres dimensiones:
- La dimensión sensorial-discriminativa. Se encarga de la transmisión de la estimulación nociceptiva, y de detectar características como su intensidad, y su localización tanto espacial como temporal.
- La dimensión cognitivo-evaluativa. Relacionada con un mayor o menor acercamiento a las situaciones ligadas al dolor. Esta dimensión incluye reacciones emocionales que acompañan al dolor y los comportamientos que se derivan de las mismas.
- La dimensión afectiva-motivacional. Relacionada con la experiencia más subjetiva: creencias, valores, tipos de pensamientos, factores atencionales, percepción de control, habilidades de afrontamiento, experiencias anteriores,…
La experiencia del dolor conlleva emociones como la ira, la tristeza o el miedo, además de generarse pensamientos negativos, ideas de carácter catastrofista, preocupaciones o incluso sentimientos de culpa, inutilidad o fracaso. Los hábitos de vida también se ven afectados y esto genera a su vez más sufrimiento y malestar.
Una de las técnicas que se está utilizando para abordar el dolor crónico, es lo que se conoce como Mindfulness o Atención Plena. Práctica muy antigua, integrada actualmente, a la Medicina y Psicología de Occidente y que se remonta a las enseñanzas budistas.
La definición que da Jon Kabat-Zinn, referente mundial desde hace más de treinta años, sobre Mindfulness, es: “Prestar atención de manera intencional al momento presente, sin juzgar”.
La Atención Plena, nos ayuda a relacionarnos de forma más directa con nuestro aquí y ahora, con nuestro presente, con aquello que acontece actualmente en nuestra vida, no con el pasado, no con el futuro, sino con el presente que es en lo que realmente podemos intervenir. De esta forma, tomamos conciencia de nuestra realidad y podemos así trabajar de manera más consciente con el dolor.
Es cierto que hay ocasiones en las que resulta muy complicado poder cambiar la realidad pero hay algo que si que está en nuestras manos, que depende de nosotros, es el hecho de aprender a vivir de forma diferente, es decir, de forma más adaptativa la experiencia dolorosa, y la práctica de esta técnica, puede contribuir a ello.
Información obtenida de:
Burch V. (2008). Vivir bien con el dolor y la enfermedad. Editorial Kairós, S.A.
López Timoneda, F. (1996) Definición y Clasificación del dolor. Charlas Urológicas de la Complutense, 4. 49-55, Servicio de Publicaciones. UCM, Madrid
Muriel Villoria, C. (2008) Dolor crónico: diagnóstico, clínica y tratamiento. S.A. ARAN EDICIONES
Vallejo Pareja, M. & Comeche Moreno Mª. I. (2010). Evaluación y tratamiento psicológico del dolor crónico. Terapia de conducta y Salud
http://www.mindfulnessvicentesimon.com/index
Miriam Benavides
Psicóloga