La falta de motivación escolar es hoy en día un fenómeno que se observa con elevada frecuencia entre los estudiantes, hecho que hace que se enciendan las alarmas en este sentido y se lleven a cabo diferentes soluciones para abordarla y contrarrestar sus efectos en la medida de lo posible. Cada vez parecen ser más los estudiantes cuyo interés en las cuestiones escolares es menor evidenciándose con una menor participación en clase o con ausencias reiteradas entre otros ejemplos.
El concepto de motivación es entendido como la voluntad que empuja a realizar un esfuerzo con el objetivo de lograr alcanzar determinadas metas; se trataría de aquellas cosas que impulsarían al sujeto para llevar a cabo ciertas acciones para la consecución de un objetivo.
En el ámbito escolar, entre esos factores que pueden impulsar o por el contrario desmotivar a los estudiantes para lograr sus metas se encontrarían según los estudios, entre otros:
- La propia imagen de autoeficacia percibida que estudiante tiene sobre sí mismo.
- El ámbito familiar que rodea al estudiante, su nivel cultural y socio-económico.
- La figura del profesorado.
- Los modelos y valores apreciados y de moda en la sociedad en la que se encuentre inmerso el estudiante.
- Las perspectivas y expectativas de futuro establecidas por el estudiante.
No obstante, a pesar de que establecer aquellos factores que puedan facilitar o dificultar la motivación en los estudiantes para lograr sus metas sea de utilidad y pueda funcionar a modo preventivo, esto no exime para que la desmotivación escolar pueda hacer aparición. Así pues, una vez manifestada ¿cómo se puede actuar para contrarrestarla?.
Desde el ámbito de la psocología el trabajo se realizaría primero identificando aquellas cuestiones que inciden sobre la desmotivación para después actuar sobre los mismas. Trabajando de forma directa con los niños o jóvenes y sus familias se podría realizar tal labor incidiendo especialmente en aquellos factores relativos a la imagen autopercibida, al ámbito familiar y a las perspectivas y expectativas de futuro.
En concreto, algunas pautas que podrían seguirse serían, entre otras:
- Reconocer en primer lugar de forma más evidente los éxitos que los fracasos, para posteriormente, en una segunda etapa reconocerlos igualmente aprendiendo y analizando los errores para no repetirlos en el futuro.
- Considerar y valorar logros diarios a corto plazo, no sólo tener en cuenta las calificaciones finales a largo plazo.
- Valorar el progreso, no únicamente el resultado final.
- Establecer los objetivos de aprendizaje como retos o desafíos que permitan mostrar al estudiante sus fortalezas y puntos fuertes.
- Enseñar al estudiante modos de afrontamiento y planificación eficaces.
- Buscar valores positivos de aprender y estudiar.
- Actuar los padres como modelo.
Aida Mañero Ocarranza
Psicóloga