Psicología infantil: Síndrome del emperador

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Psicología infantil: Síndrome del emperador

Según diversos estudios cada vez son más los casos de niños y adolescentes que manifiestan conductas disruptivas, desobediencia hacia las figuras de autoridad o incumplimiento de normas y límites de diferente naturaleza. Además, es posible observar un incremento de este tipo de comportamientos a edades cada vez más tempranas.

Pero, ¿por qué ocurre esto con mayor frecuencia en estos momentos?

El fenómeno que hoy día se conoce como el “Síndrome del emperador” o del niño tirano, según los expertos atiende a varias causas y a ciertos cambios en los estilos educativos parentales practicados en la actualidad. Así, entre los factores causales más relevantes se suelen destacar:

  • Poca dedicación de los progenitores, que ante las mayores demandas laborales y las dificultades asociadas a la educación experimentan en muchas ocasiones sentimientos de culpabilidad por no poder estar presentes lo necesario y, como consecuencia, se tornan más permisivos.
  • Concesión excesiva de premios y caprichos como contrapartida a esa falta de tiempo y dedicación para suplir las carencias afectivas.
  • Falta de límites, como consecuencia de la primera y de la segunda cuestión, ante la poca cantidad de tiempo invertido muchos padres piensan “para el poco tiempo que pasamos juntos, mejor no le digo nada, no le regaño.”
  • Concesión excesiva de derechos pero poca asignación de responsabilidades.

 

De este modo, desde su infancia el niño va creciendo y desarrollándose sobre la idea de la absoluta impunidad y con una sensación de control sobre todo lo que le rodea que, poco a poco va alimentando esa concepción de poder que conlleva una manipulación y actuaciones egocéntricas centradas en la consecución única del propio bienestar. Con todo esto, el niño en su infancia, y el adolescente posteriormente, desarrolla ciertas características que definen sus actuaciones:

  • Escasa empatía.
  • Poca tolerancia a la frustración.
  • Inadecuado manejo de la inteligencia emocional.
  • Inadecuadas habilidades asertivas, sociales y de comunicación.
  • Escasas apariciones de conductas altruistas.
  • Empleo de la manipulación, la coacción y la violencia (verbal o física) para la consecución de los propios objetivos.

 

Por todo esto, en primer lugar se convierte en imprescindible y necesario la prevención, dotando a los padres de la información necesaria para llevar a cabo actuaciones parentales adecuadas, democráticas y afectivas; en segundo lugar, en caso de que esta situación esté teniendo lugar ya en el ámbito familiar, es necesaria la intervención por parte de especialistas, con una actuación en tres niveles: el individual, con el niño o adolescente; el parental, con los padres; el familiar, con todo el conjunto al completo (hermanos incluidos, si los hay).

Aida Mañero Ocarranza.